1/10/11

Urgencia del Quijote, por Antonio Muñoz Molina

URGENCIA DEL QUIJOTE

Nunca hay que dar por leído al Quijote, nunca hay que darlo por supuesto. A muchas obras maestras reconocidas y santificadas les ocurre eso, que nos son tan familiares que nos creemos exculpados de la obligación de leerlas, y así resulta que algunos de los libros que más podrían hacer por nuestra felicidad y nuestra inteligencia apenas los frecuentamos, porque absurdamente los damos por sabidos. Pero no es algo que suceda sólo con la literatura. Creemos, por ejemplo, que Las Meninas es un cuadro tan obvio que ya no puede reservarnos ninguna sorpresa, así que el día que entramos en El Prado y nos quedamos mirando esa pintura su visión nos sobrecoge como si nunca hasta entonces la hubiéramos tenido delante de los ojos, y lo que nos parecía más sabido se revela enigmático, y toda la niebla de las reproducciones y de los recuerdos inexactos se borra en un instante gracias a la maravilla urgente y material de ese cuadro. ¿Cuánto hace que no leemos Crimen y Castigo, Fortunata y Jacinta, Hamlet, Campos de Castilla, La Iliada?
¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que yo leí completo El Quijote, de la primera página a la última, desde la ironía ligera y triste del prólogo al –desocupado lector- hasta esos últimos episodios en los que la agonía y la muerte de Alonso Quijano alcanzan una categoría suprema de arte funeral, una tonalidad severa y serena de Réquiem?.

Hay que volver al Quijote no sólo para encontrar lo que ya conocemos, sino para descubrir lo que hasta ahora nos pasó inadvertido en todas las lecturas anteriores, para ponernos al día en un libro que parece estar cambiando siempre, que va más rápido que nosotros en nuestro aprendizaje de la vida y la literatura.

Pedro Salinas, que leyó y amó tanto el Quijote, habla en alguna parte de “la novedad incesante de la tradición”. Ahora que la llamada vida cultural es una feria permanente de vanidades y de novedades, un supermercado en el que se nos acucia para estar al día, a la ultima, para no quedarnos anticuados sin remedio en quince minutos, el mejor antídoto contra la confusión de tanto fraude, de tantas cosas nuevas que al cabo de una temporada se han vuelto viejas o han dejado simplemente de existir, es procurar sustentarse con las novedades que vienen durando siglos, y no porque sean más rocosas y solemnes, más abrumadoramente catedralicias, sino porque a cada lector de cada generación de cada época le cuentan la misma historia y a la vez una historia distinta, se le presentan en la imaginación con una luz nueva que ya alumbró antes a otros muchos lectores, pero que siempre parece una luz recién originada, porque los grandes libros tienen la extraña virtud de parecer que fueron escritos para cada uno de nosotros, a la medida de cada una de nuestras edades, de cada estado de espíritu.

_Antonio Muñoz Molina

(del magnífico prólogo del Quijote que encontré aquí)
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También en la red, y siempre tan fresco: El Quijote
http://quijote.bne.es/libro.html
http://www.gutenberg.org/files/2000/2000-h/2000-h.htm
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-ingenioso-hidalgo-don-quijote-de-la-mancha--0/html/