10/10/10

Tren de sombras (1997) José Luis Guerín

...no es más que un tren de sombras 
Máximo Gorki 
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Tren de sombras (1997) José Luis Guerín.
Hay muchas películas (demasiadas) que son casi homologables e intercambiables, como las partes de las películas subidas a la red, pero hay algunas que son cine original, quizá cine de verdad, aunque no me atrevo a decir tanto. Quizá el cine encorsetado en la narratividad es deudor de la novela y el teatro, y el cine puro es abstracto, físico, hecho de texturas, un juego de luces y sombras, pintar con imágenes... no lo sé, es una posibilidad, pero tampoco hay que acortar la mirada, el cine es un arte tan vasto que puede ser documental, alegórico, narrativo, poético, abstracto, propagandístico, entretenido, o también puede ser artístico, o... Lo que intento decir es que el cine es muy grande, no se queda tan sólo en el éxito taquillero a menudo olvidable y que al momento se olvida, el cine puede contar una historia, o sugerirla más bien, incluso con los medios más esquivos en teoría a la narrativa convencional de una película, y esto es lo que parece proponer Guerín en este film que bebe de influencias diversas (desde el lirismo de Stan Brakhage hasta la indagación de Antonioni en "Blow up") pero destila un resultado personal, no para todos los públicos, y que en mi opinión encuentra nuevas vías de expresión cinematográfica, cuestiona incluso la propia práctica cinematográfica y desvela las sombras y misterios que en un instante decisivo (como querría el maestro Henri Cartier-Bresson) puede acoger el celuloide, hasta que el tiempo, con su desgarro, debilita los contornos y agujerea, como el fuego el papel, la propia vida. Guerín juega (dicho sea esto en el mejor sentido de la palabra) con el pasado, la ausencia, la memoria, el presente, las sombras y los reflejos creando un arco-iris vital del que no escapan la noche, la luna y las sombras, el blanco, el negro, los grises y el color, todos los colores. En la rica caligrafía esencial del cineasta, este tren de sombras es un sutil viaje por la vida en el que un fotograma deteriorado unido a otro aún más moribundo son más poderosos e incluso sangrientos que el mayor charco de sangre exhibido en una película gore. Esta película no es convencional, ni falta que hace, es un ejemplo imposible de seguir, es una experiencia que sin duda no puede complacer a todo el mundo, afortunadamente hay cine palomitero y también hay cine que mira la vida con otros ojos, que indaga en el misterio de la vida y del cine con una luz propia. Y esto, tiene un valor. Sin duda hay películas que podrían ser representadas en un escenario teatral sin perder apenas sentido, otras podrían ser novelas y quizá incluso saldríamos ganando, pero hay películas que sólo pueden ser películas, y este Tren de sombras es una de ellas. Una película singular, que entronca maravillosamente con la ingenuidad de los inicios del cinematógrafo, se alía con la experimentación más radical y sobrevuela con la ligereza de una mariposa el tejido inestable de la vida. Más que una obra maestra, o un clásico imprescindible para amantes del cine original, es una demostración más de que las posibilidades creativas del cine aún no han sido agotadas, y que sólo se puede crear cine original con una mirada propia. Una mirada propia, la de un cineasta, la de un poeta de la imagen, creador de imágenes, o quizá más que director quizá canalizador de imágenes, pues quizá el verdadero director fluye en una deriva, en ese tren de sombras que también es la vida. Puede que Guerín, con este film que sin duda no es improvisado, también nos recuerde la belleza de la imperfección, la fugacidad de la vida, y esa fe en la poesía del cine que sin duda no puede explicarse con palabras, y que es propia del cine. Quizá, como en una ocasión afirmó Jordi Costa, el cine es lo que no está en el guión, o para matizarlo un poco, quizá el cine es lo que sólo puede ser cine, quizá puede estar en un guión pero no puede ser expresado ni sólo con palabras, ni sólo con sonidos, ni sólo con una imagen, quizá el cine es ese lenguaje que fluye entre fotogramas, ese resplandor de lo efímero y fugaz que aletea entre las sombras y luces de la vida, como un fugitivo, como un poseso, entre cuerdo y loco, entre la realidad y el sueño, el presente, y el pasado, la memoria y la pérdida, y la imaginación, la pura creatividad, la expresión del talento y del propio corazón de un ser humano, un director, un cineasta, alguien que más que sangre tiene cine en las venas. Imágenes en movimiento alcanzando el infinito, por un instante. Arrebatador tren de sombras del cine.
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