22/8/10

El silencio (1963) Ingmar Bergman

El silencio (1963) Ingmar Bergman.
Una obra maestra en la que el director sueco despliega tal cantidad de virtudes que resulta todavía increíble la propuesta, imposible de delimitar con palabras, en la que se amalgaman la complejidad psicológica, el simbolismo religioso, las pulsiones sexuales y de muerte... El erotismo destaca por su franqueza y el análisis psicológico por su profundidad, pero aunque esta última virtud es una seña de identidad de Bergman, quizá en ningún otro film el maestro se atreve a tanto, aborda, expresa y crea tanto como en este trabajo, hecho en estado de gracia, quizá ante el silencio de Dios, pero no de un talento que aflora demostrando una sensibilidad, lucidez, audacia e inventiva difícilmente igualables. Lograr que un film con tal cantidad de elementos no se decante por los fáciles acantilados del sensacionalismo o por los de la pedantería de autor, ya hubiera sido algo a tener en cuenta, pero Bergman va más allá de lo acostumbrado, crea un nuevo camino mientras lo recorre, se deja quizá los pies en el camino, pero se hace un hueco en la historia del cine y nos entrega una obra no por dramática y turbia exenta de una leve brisa de esperanza. En el silencio, de Dios, o de los seres humanos, en el lenguaje a veces ininteligible de la vida, siempre nos quedará Bach, lo puro, lo sublime, lo maravilloso. Bergman, lejos de ser superficialmente divertido, se decanta por la cruda catarsis del drama, pero no un drama llorón, sino hondo, muy humano, en el que laten las complejas pasiones humanas, con una intensidad rara vez mostrada en el séptimo arte.
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